“Comunicación Participativa: ¿El nuevo paradigma?” nos habla acerca de la comunicación participativa tomada como concepto en el contexto actual del discurso sobre la comunicación para el desarrollo. En principio, afirma la necesidad de un cambio de mentalidad en los comunicadores para cambiar el esquema tradicional de la comunicación social, el cual se ha caracterizado hasta ahora por su verticalidad, unidireccionalidad y linealidad en cuanto al flujo de mensajes, con el esquema tradicional emisor – mensaje – receptor.
Respecto a esta afirmación, la verificamos en los medios comerciales principalmente, dado que estos buscan lograr comportamientos específicos. La televisión en mayor medida, pero también la radio y la prensa actual realizan estudios de audiencias con el fin de conocer qué es lo que más le impresiona al público, aquello que llamará su atención sin lugar a duda, y se lo proporciona indiscriminadamente. Los contenidos de los programas no son aportantes, pero generan altas audiencias, altos niveles de sintonía con los que satisfacer las demandas del público anunciante. No se busca conocer las aspiraciones profundas de las personas que conforman las audiencias, porque el interés de los productores se centra en legitimar patrones de conducta que beneficien a los anunciantes, que son quienes sostienen dichas empresas de comunicación. La comercialización de la comunicación excluye la posibilidad de participación.
El nuevo modelo de comunicación debe estar basado en el diálogo, requiriendo mayor habilidad para escuchar e integrar al público en la toma de decisiones. Luego de presentar algunos paradigmas claves sobre el desarrollo como fin de los procesos de comunicación social, Servaes y Malikhao pasan a mostrar que el desarrollo no puede ser definido al margen del contexto de las comunidades, ni circunscribirse sólo al progreso económico o político. Existe una interdependencia entre las comunidades que coexisten, sean del nivel que sean: ninguna es plenamente autosuficiente y autónoma, a la vez que ninguna está plenamente determinada por influencias externas. Es por ello que no se puede hablar del desarrollo como un estilo de vida tal o cual, homogéneo en todas partes, al cual todos los pueblos deben aspirar. Para evaluar el desarrollo de una comunidad, antes debemos evaluar los cambios en ella. En realidad, el desarrollo es una noción integral y abarca diversos ámbitos, los cuales, siendo los mismos en cuanto a la esencialidad de los criterios, no se manifiesta de las mismas formas de una sociedad a otra, ya que el cambio siempre es la respuesta a un contexto. Así, se puede considerar no un desarrollo, sino una multiplicidad de desarrollos, los cuales deben ser aceptados y respetados por las comunidades vecinas.
La comunicación participativa representa un desafío a la comunicación social. Al hablar de comunidades de menor escala, esto es, centros poblados, barriadas o instituciones educativas, entre otras, poner en práctica el diálogo exige un trabajo constante, laborioso y paciente. ¿Cómo poner en práctica la comunicación basada en el diálogo en un macrosistema de colectivos, dando la posibilidad de que todos expresen su propia palabra? De otro lado, nos exige un aprendizaje del respeto a las diferencias ajenas. La puesta en práctica de la comunicación en este sentido nos llevaría a considerar y asumir las diferencias de cada comunidad, contribuyendo a generar una mayor identidad local.
Oscar
Terrones Juárez, Docente de Comunicación para el Desarrollo de la Universidad “Santo
Toribio de Mogrovejo”
Haciendo un contraste entre difusión y
comunicación participativa, tenemos que la difusión ha seguido siempre una
estrategia lineal, teniéndose la idea de que los medios sólo debían recomendar
al público qué hacer para alcanzar un estilo de vida más desarrollado; mientras
que la comunicación participativa busca establecer una horizontalidad, al
involucrar a la comunidad en lo concerniente a los contenidos a transmitirse,
así como también la producción de estos mensajes. Esta forma de ejercer la
comunicación promueve la afirmación de la identidad cultural, el respeto y la
pluralidad. La comunicación participativa, según Paulo Freire, consiste en dar
cabida a las personas para que ellas mismas expresen sus propias palabras. De
lo que no cabe dudar es que la comunicación interpersonal logra influir más en
el comportamiento que la difusión “masiva”. Algunos medios, por ello, emplean
estrategias que incluyen etapas en que, primeramente, se hace contacto personal
con las audiencias, para luego pasar a la comunicación a gran escala, desde
medios “masivos”.
La comunicación interpersonal tiene una valor
superior a las demás formas de comunicar. El contacto de persona a persona es
necesario para que se dé una auténtica comunicación para el participativa. Algo
de lo que no puede prescindir el comunicador antes de plantear un proyecto
desarrollista es de la interacción con la comunidad con la que desea trabajar,
pues para conocer sus necesidades y demandas, necesita volverse “uno más”. Es
preciso trascender la barrera de la formalidad y establecer contacto entre
productores y la comunidad, a fin de afianzar el nexo entre el medio y la
comunidad.
Existen dos enfoques principales que definen
la comunicación participativa. Por un lado, Paulo Freire centra su atención
sobre el estilo dialogal que necesariamente debe existir en el proceso
comunicativo para que se pueda hablar de comunicación participativa; estilo
fundamentado en un profundo respeto al derecho de cada persona de expresar su
propio pensamiento. Y se inclina a la vez por la búsqueda de soluciones
colectivas para el tratamiento de problemas colectivos. Para Freire, la
comunicación participativa es el medio por el cual los oprimidos pueden escapar
de la dominación de las empresas trasnacionales de comunicación: se aprecia en
él una cierta inclinación al marxismo.
De otro lado, tenemos el enfoque aportado por
la UNESCO en 1977. La UNESCO incide
sobre la definición de tres términos, a saber: acceso, participación y
autogestión. EL acceso es entendido como el “uso de los medios a favor del
público”, la posibilidad que tienen de elegir sus programas y sus contenidos;
la participación es el involucramiento también en la producción de los
programas; y, finalmente, autogestión es la capacidad de decidir que tiene la
comunidad sobre los asuntos del medio como empresa, así como en el diseño de
planes y políticas del medio. En este enfoque, cabe la posibilidad de una
gradualidad en la forma como se van ejerciendo.
Lo anteriormente señalado son aspectos que
definen la comunicación participativa en sus aspectos esenciales. Todo proyecto
de comunicación participativa que se planteé, para ser tal, debe cuidar
corresponder con las características anotadas: el diálogo con la comunidad, en
constante esfuerzo por hacer la comunicación medio – comunidad lo más
horizontal posible; orientarse hacia el desarrollo, no visto como paradigma
único e indistinto en todo lugar, sino como cambio constante por el cual la
comunidad genera soluciones colectivas sin renunciar a su identidad cultural;
permitir el acceso de la comunidad a los medios para que puedan elegir lo que
quieren recibir de ellos, y la participación, esto es, involucrarlos en la
producción de los mensajes que desean recibir. El papel del comunicador pasa
por ser facilitador de estos procesos, y requiere ser consciente de los
criterios anteriores para desempeñar el papel que le corresponde.
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